En este sexenio con los laicos procuramos realizar un trabajo de acompañamiento que nos ayudó a fortalecer los vínculos espirituales y fraternos buscando afianzar en ellos la vocación a la que han sido llamados, a través de encuentros formativos, de diálogos interpersonales, reuniones periódicas, experiencias comunitarias y misioneras, celebración conjunta de nuestras fiestas, entre otros, todo en un ambiente de familia y oración.
De estas experiencias aprendimos a compartir con ellos carisma, vida y misión.
A reconocer que esta espiritualidad eucarística, mariana y misionera, no es solo para nosotras sino para todos aquellos que el Señor llame.
Que es una vocación, por lo tanto son nuestros hermanos espirituales y no un grupo apostólico, su compromiso, su fidelidad y responsabilidad nos edifican ya que en medio de sus muchas obligaciones, están siempre dispuestos a servir y amar con alegría.
Frente a los desafíos, vemos necesario estar preparadas para llevar el trabajo con ellos, sin olvidar que viven nuestra espiritualidad desde su propio estilo de vida laical.
Acompañar asiduamente su vivencia carismática para que puedan asumir conscientemente sus compromisos como miembros de esta familia congregacional.
De cara al futuro, vemos necesario seguir promoviendo las vocaciones laicales, para que este árbol familiar siga creciendo y esparciendo sus ramas y se aumente el número de adoradores como fue el deseo de Nuestra madre Fundadora.
Seguir trabajando en ellos el sentido de pertenencia y amor a la congregación, y el afianzamiento en su identidad como laicos MEL o de misión compartida.